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QUIerete, MODIfica tu estilo de vida.

     Karla, 30 años, casada, Canadá

 

     La felicidad es una elección.

 

     Me encanta viajar. 

 

     Tuve mi primera experiencia real cuando tenía 19 años y viajé a Tailandia con un grupo de amigos.  No podía creer como, al otro lado del mundo, en una cultura totalmente diferente a la mía, la gente estaba tratando de vivir (de la mejor forma posible) su vida.  Sus preocupaciones diarias eran las mismas que las nuestras: comer, tomar, salir con amigos, disfrutar su tiempo en familia y al final del día, ir a la cama para tener un buen descanso y repetir la misma historia al día siguiente.

 

     Esta adicción se volvió seria y en unos pocos meses visité Escandinavia con mi abuela, hice un intercambio a Montreal, realicé un intercambio escolar por un semestre en Praga, y posterior a la universidad me fui a Australia para trabajar por un año. 

 

     Dos semanas después de haber vuelto a casa me quería ir de nuevo. 

 

     Quería regresar a Europa así que comencé a buscar trabajo en Inglaterra, no me encantaba el país, pero sin hablar otro idioma es difícil encontrar trabajo en otro país europeo. 

 

     Fue cuando le dije a mi amiga Richelle sobre mi plan y ella dijo: “¡pero si odias Londres!, y me dijo que tenía algunos conocidos en Alemania y ella vería lo que podía hacer.  Fui a su casa la siguiente semana (yo solía cuidar a su bebé cuando ella acudía a lecciones de italiano con su esposo e hija), y ella me dijo que había recibido un e-mail. Era de Björn, un financiero en Frankfurt, quien le dijo que yo podía ir a trabajar con él.  La observé estupefacta y le dije: “pero ¿así de fácil?”, y ella me contestó: “¿Es que la vida siempre tiene que ser complicada?”.

 

     En ese entonces no podía imaginarme que este aparente golpe de suerte y “pan comido” se volvería muy difícil algún día.  Así que empaqué mis cosas y me fui.

 

     ¡Una chica de 24 años lista para tomar el mundo!

 

     Fue increíble… en Alemania dediqué el primer año a aprender el idioma y trabajar medio tiempo para Björn.  Él y su esposa me ayudaron mucho en un inicio, estaba tan agradecida con ellos. 

 

     Cuando terminé ese primer año decidí que quería permanecer más tiempo, así que apliqué a una maestría.  Le educación de posgrado es gratuita en Alemania, aún para los extranjeros.  Fui aceptada en una universidad en un pueblo cerca de Frankfurt y pasé los dos años siguientes estudiando en ese lugar. Allí fue donde conocí a mi ahora esposo: Daniel. 

 

     Después de un tiempo nos mudamos a la hermosa ciudad de Hamburgo por dos años.  Nos encantaba la ciudad, pero yo no estaba contenta con mi trabajo, así que decidimos mudarnos nuevamente al pueblo donde Daniel nació, porque su familia tiene una compañía en ese lugar y podíamos trabajar allí. 

 

     Yo pensé que estaba lista para establecerme, había encontrado el hombre de mis sueños (cursi, ¡lo sé!), y estaba llegando a los 30, quizá lista para iniciar una familia en corto.  Nos mudamos a ese pueblo e iniciamos nuestra vida laboral en la compañía, las cosas parecían maravillosas en un principio, pero pronto me di cuenta que las cosas iban a ser diferentes allí. 

 

     Yo soy una chica de ciudad, y viviendo en un pueblo pequeño (30,000 personas), la adaptación me resultó más difícil de lo que pensaba.  Extrañaba nuestro grupo internacional de amigos en Hamburgo; extrañaba todos los diferentes sabores de restaurantes internacionales y la posibilidad de caminar para ver una película internacional en uno de los cines independientes cerca de nuestro departamento en Hamburgo.  Además de la adaptación, trabajar en la compañía no fue lo que yo imaginé que sería.  Todos observaban lo que hacíamos, no me llevaba bien con mi jefe, no me encantaba el trabajo en sí… y lo peor de todo, ¡no tenía con quien quejarme! No tenía una sola amiga a quien llamar para reunirnos y tomar una copa de vino.

 

     Comencé a sentir mucha nostalgia por mi hogar, a extrañar a mi familia y amigos en Canadá, y por primera vez desde que llegué a Alemania, estuve pensando seriamente en regresar.  Pensé en repetidas ocasiones: ¿qué hice?.  Pero nosotros teníamos planes de casarnos en mayo, y eso me mantenía emocionada.  También pensaba que el casarme cambiaría algo.

 

     El día de la boda llegó y se fue… y fue maravillosa, y la mejor parte fue tener a mis amigos y familia que vinieron por primera vez a Alemania… pero después de eso nada cambió.

 

     Un mes después celebramos nuestra boda por segunda ocasión en Calgary. 

Cuando nos fuimos de Canadá dejamos atrás un bello día soleado para llegar a una casa silenciosa, en un día lluvioso y oscuro en Alemania.  Me sentía tan triste cuando llegué a casa. 

 

     Hace seis años cuando me mudé a Alemania mi sobrino mayor de cuatro años Emmet, mi hermosa sobrina de un año Sadie y mi nueva sobrina de un mes Mila todavía no nacían.  Mis papás están envejeciendo y no estarán allí por siempre (algo que tampoco me puse a pensar cuando tenía 24 años).  Sentí ese enorme peso en mis hombros, por primera vez en mi vida me di cuenta de que no podía empacar mis cosas e irme si me enfadaba. ¡Eso fue todo!  Afortunadamente yo amo verdaderamente a Daniel, pero estaba empezando a cuestionarme si el amor era suficiente.

 

      Por suerte, para agosto, alcancé un punto crucial.  Fui a un festival de yoga en Bélgica donde tuve mi momento “aha”.  Entonces me di cuenta de que ese golpe de suerte seis años atrás cuando me mudé a Alemania fue muy sencillo en ese momento, pero ahora se había convertido en algo complicado. 

 

     De verdad que no existe nada gratis en esta vida.  Me di cuenta entonces que había estado sufriendo porque había estado resistiendolo en lugar de aceptándolo.

 

     Como mi bisabuela solía decirse a sí misma todos los días:

 

     Dios mío, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,

 

     El coraje para cambiar las que sí puedo,

 

     Y la sabiduría para reconocer la diferencia.

              

     Necesitaba hacer algunos cambios para poder ser feliz en mi nueva vida.  Me di cuenta de que la felicidad es una elección, es un estado mental.  Entendí que el problema principal era que estaba trabajando en la compañía.  Necesitaba espacio.  Necesitaba hacer algo mío, algo propio, conocer gente independiente a Daniel.

 

     Le dije a Daniel y él me apoyó.  Me sentí tan aliviada.

 

     Y entonces comencé a hacer cambios en mi vida, para ser feliz aquí.  Pero el cambio más importante no fue dejar de trabajar en la compañía, o decidir ir a casa más seguido.  Fue simplemente un cambio mental. 

 

     Esto es algo que la yoga me ha enseñado –tenemos que ver dentro de nosotros para encontrar la felicidad. 

 

   Yo siempre creí que un lugar me haría feliz, vivir en Europa o en una ciudad excitante.  Y esto efectivamente puede funcionar por algún tiempo, pero a largo plazo, primero siempre tendrás que encontrar la felicidad en ti.

 

 

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